Un día, mil paradas

– «¡Vení a la parecita, Mamá!»
– «Ahí voy, hija»

Parada 1
Es domingo. Estamos esperando el 168 en la primera escala hacia el conurbano. Hace un calor tropical en la ciudad. El bolso celeste pesa (como siempre). Desde que Evangelina nació cargo con bolsos y mochilas de distintos colores y tamaños con varias mudas y para todos los climas… Mi problema crónico de cervicales vive hoy más que nunca.

Parada 2
Eva sube y corre hasta el final del colectivo. La frena mi aullido. Le gusta correr y sentarse en los asientos del fondo. Sí, los que saltan. Nos sentamos. El aire acondicionado (¿y el aullido?) aplacan a `la fiera´.

Parada 3
Llegamos a Constitución. Los carteles dicen que el próximo tren se va en tres minutos. Es de los nuevos, con aire también. Eva disfruta de correr de mi mano hacia el primer vagón. Yo, de ver la estación levemente más limpia que en mi época de viajes sin Eva.

Parada 4
Nos dejan el asiento. Siempre nos sentamos. No sé si por Eva o por la piedad de los que me ven venir en la versión «Mamá Ekeko». Arrancamos. Eva me pide el celular y empieza a sacar fotos a los personajes del vagón. Quedan retratados un pibe pelilargo con sus auriculares y un señor panzón de remera verde. Y nosotras, claro.

Parada 5
Mientras llegamos a Lomas, leo, sonrío y aprovecho para darle a Eva los besos y las caricias que quedaron perdidos en la semana. Ella se concentra en los videos y tararea las canciones de Moana en un inglés propio. Disfruto de esa postal repetida. Cada una es profundamente lo que es por un instante.

Parada 6
Reconozco el aire de mi ciudad. Las pasarelas que van hacia Fonrouge son las mismas que hace décadas, igual que los colectivos, siempre rústicos y demorados… Podríamos tomar un remis pero ahí viene el 266… Me da cierta nostalgia también transitar con mi hija los caminos laberínticos y arbolados hacia la ahora «Casa de los Abuelitos».

Parada 7
El raid se detiene en el preciso instante en que cruzamos la puerta de entrada y Eva pasa a ser una especie de heroína amada por primos, tíos y abuelos. Yo relajo. A veces demasiado. Las siestas en la que fue mi cama de la niñez/adolescencia promedian las dos horas.

Parada 8
En un momento emprendemos el camino a casa con las paradas a la inversa. De nuevo en el tren, Eva escucha a un nenito de su edad cantar una de amor en el pasillo.`Estoy enamorado y tu amor me hace grandeeee…´ Llegan los aplausos y el chico recibe unas monedas.
– «Mamá, yo también quiero cantar»
– «No, Evangelina. A los chicos los mandan los papás como si fuera un trabajo. Y los chicos no tienen que trabajar, tienen que jugar».
– «Pero yo quiero cantar…»
Se para. Lanza unos tímidos acordes. Algunos pasajeros se ríen. Llegamos a Constitución.

Parada 9
En el 12, mientras cargo energía dándole más besos, pienso en todas las opciones a las que podría recurrir para hacer el camino más corto y rápido. Combi y taxi, sí. Auto, puede ser… De hecho muchas veces nos llevan y nos traen cuando mi versión de «Mamá Ekeko» se transforma en «Mamá símil Mudanza» o «Mamá agotada». Pero hay un pensamiento superador que me ilumina como un rayo de luz.

Es la parada 10
La que habla del día en que Eva viaje sola, cerca o lejos, adónde quiera ir. Cuando llegue ese día, reconocerá cómo hacerlo porque va a tener una memoria de viaje añeja y variada. Sé que sabrá llegar al castillo en la montaña. Siempre me alienta estar preparándola para la vida.

2 comentarios en “Un día, mil paradas”

  1. Queridas amigas, mamás, un cariñoso saludo desde la web para madres solteras yosoymadresoltera.org
    La web lleva casi diez años de existencia y creo que cumple una función muy importante para las mujeres, y en especial para las madres solas: comunicarse entre sí. Para las mujeres es muy importante compartir experiencias, sincerarse, explicar cómo nos invaden los sentimientos positivos y negativos, cómo afrontamos las dificultades… Eso lo llevamos haciendo desde la prehistoria. La maternidad nos facilita la empatía. Siempre que generamos buenas energías a nuestro alrededor, esas energías nos son devueltas en forma de ternura, de generosidad, de alegría y risas compartidas.
    Adelante, amigas mías, que con nuestro amor, con el amor a nuestros hijos, estamos cambiando el mundo. Aunque el mundo parezca a veces que cada vez va a peor, en realidad es lo contrario. Si lo negativo superara a lo negativo sería insufrible. Y ahí estamos nosotras para que prevalezcan la solidaridad y los buenos sentimientos.
    Felicidades por la existencia de Mamás solteras… ¡Actívense!
    Besos,
    Calendula

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