* viene del post anterior
El encuentro en la casa de los primos de Gallace fue la puerta de entrada a otro mundo. La llave la tenía él y Amanda cruzó el umbral. Aquella noche de Verano probó por primera vez el dulcísimo té senegalés. También comió un arroz especiado increíble del mismo plato de la familia de Gallace. Con el tiempo, cerraría los ojos y volvería a sentir aquellos sabores y olores de Africa.
Había algo en ese ritual compartido que la unía a ellos invisiblemente ¿Por qué se sentía tan cerca? Los vio rezar inclinados, al ras del piso. Los escuchó hablar con una cadencia veloz durante largas horas. Las palabras tenían un movimiento poderoso frente a sus cuerpos fuertes y detenidos. Gallace no era invasivo. La dejó conectarse con lo nuevo con absoluta libertad. No había nada que ocultar. Amanda había entrado a otro mundo con una sorpresa y una alegría que le recordaban a su niñez.
Su infancia había sido la única etapa en la que se había sentido libre y feliz. Después, desde su temprana adolescencia, el camino de la responsabilidad y la perfección la había desviado de su alma. Como adulta, lo suyo era estar forzosamente con los pies sobre la tierra. Sus alas y su corazón pujaban con su mente a cada instante. Era su pelea medular. Cuando afloraban los sentimientos y las emociones era como una explosión: no tenía límites.
Su alma estaba en Atenas. Mirarlo a Gallace le hacía perder el control. «Ya es hora de irme», le susurró al oído cuando ya la noche era otra vez madrugada. En el pasillo de la casa solo se escuchaban voces en wolof, risas y música. El la frenó con un beso irresistible. «No te vayas», le pidió y la llevó con ternura a uno de los cuartos. La sentó sobre la cama y empezó a decirle lo que sentía. Ya estaban jugados. Las barreras se caían.
Los dos detuvieron el deseo. No era lo que habían acordado. El puso todo en palabras. «Quiero todo con vos aunque recién nos conocemos. No sé cómo explicarlo. Verás que no es una cuestión de virilidad pero no soy así», deslizó convencido. Ella también lo estaba. Habían vuelto emocional y sentimental al principio de todo en sus vidas. Transitaban el amor desde cero.
Durmieron abrazados. Se despertaron varias veces para seguir conociéndose. Amanda recordaría para siempre el olor de su piel. Se había metido en ella como un embrujo.
Con los primeros rayos del sol filtrándose por la ventana, ella se cambió y él la acompañó en lo que parecía ser la despedida. Amanda iba callada y triste ¿Había llegado el final? ¿Iba a dejar que lo que sentía cayera al abismo de la cobardía? Estaba por subir a su taxi cuando Gallace se arrojó al vacío y lanzó: «Mañana te espero acá y nos vamos en barco a Mykonos. Cancelá tu avión ¿Qué decís?»
* Se sugiere escuchar el texto con esta canción: