Situación 1: Eva se levantó a las 5

¿Qué harías vos si tu hija o tu hijo te dice a las 5 de la mañana que quiere levantarse para ver cómo sale el sol? ¿Qué hacés si insiste, da vueltas en su cama, se quiere pasar a la tuya y no podés recurrir a un ´andá con papá o preguntale a papá´ para que la cosa sea compartida y tal vez puedas seguir durmiendo unas horitas más?

imageLa madrugada del video volví a rezar (si mi Dios hablara diría que está estresadísimo). Lo hago desde que Eva tenía solo meses con cada «insomnio infantil» (no son muchos, no me puedo quejar) y en momentos de incertidumbre y debilidad. También para agradecer. Desde que quedé embarazada volví a creer. «Padre nuestro que estás en los cielos…» y después un pensamiento más terrenal: «esto no me puede estar pasando… que siga durmiendo por favorrrr».

La noche te baja la guardia, te vuelve vulnerable. Esa madrugada no tuve las fuerzas ni la autoridad para retarla ni para retenerla en ninguna cama. Los rezos y los pensamientos positivos no alcanzaron. Respiré y me levanté. Me reí de la situación. Muchos cuestionan mi optimismo con todo. El optimismo me salvó de muchos pozos. Esta vez ayudó también sumado a la magia del Verano que lo colorea todo.

Nos fuimos al living frente al ventanal. Aclaraba. Vimos juntas la salida del sol. Ella fue con su almohada fetiche, viejita y con funda azul. Yo mantuve los ojos entreabiertos con la esperanza de que se produjera el milagro y se volviera a dormir. Me fui a las 9 y bailaba. Se durmió a las 10 en su cama. Es regla a toda hora. En eso no cedo.

imageCuesta ser la buena y la mala de la película en la misma casa. Cada decisión mínima o máxima te ubica frente a espejos culturales y familiares y frente a tu propio espejo. Te pueden dar muchos consejos –¿quién no consultó alguna vez las páginas que te dicen qué hacer frente a un berrinche?– pero la que está frente a una u otra situación sos vos.

«No podés dejarla que se levante a las 5. Si la dejás ahora después se te va a complicar», me pusieron contra las cuerdas hace poco cuando conté el episodio. Es cierto lo de los límites. Es cierto también que, seas mamá soltera o no, a las mujeres nos sale en general más el beso, la contención y el Sí que el gesto duro, la mirada drástica y el No. Muchas veces no tenés claros tus propios sí y no.

Este fin de semana se repitió la escena y me agarró con más energía. Siempre hay una nueva oportunidad:

-«Mamá, viste que es de noche» (ella con voz tierna)
-«Sí mi amor, hay que seguir durmiendo» (yo)
-«Vamos para allá (living) hasta que salga el sol?» (ella con la misma voz tierna)
-«No hija, hay que seguir durmiendo» (yo)
-«Dale mamá!» (ella, no tan tierna, llanto incluído)
– No (me hice la dormida, ella lloró un poco más)

Siempre duelen las lágrimas de un hijo. Finalmente Eva se resignó, se durmió, nos dormimos.

Hay blancos, grises y negros en las decisiones cotidianas. Sigo con dudas pero tengo certezas: si pudiera contar los besos que le di a mi hija desde que nació me quedaría sin días. Le puede faltar un papá cerca, tengo que pulir mi autoridad! pero no le falta mi amor. Compartí y comparto con ella más besos que palabras. Además, claro, como ¿estúpida? optimista creo que siempre vuelve a salir el sol.

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