De principios y finales

El tiempo define.

10 de julio de 2012, Atenas.

– «Voy a llorar todo lo que tenga que llorar. El último viaje me contuve y me agarró pánico en el avión…»

– «No llores. Yo también estoy mal y vamos a terminar llorando los dos. Prometémelo y te lo prometo. Nos vamos a volver a ver»

Por supuesto se lo prometí y lloré. Lloré mucho. Estábamos sentados en un moderno asiento en la puerta del aeropuerto Elefthérios Venizélos. Era Verano en Atenas. Y ahí estábamos los dos, mirándonos con profunda tristeza.

Antes de subir al avión, le prometí también a Atenas que un día iba a volver. Ya sentada, empecé a escribir nombres de futuros hijos en un libro y la angustia paró. No hubo pánico. No sabía que estaba embarazada. Tal vez ya desde algún lugar, Evangelina detenía el dolor y me llenaba de alegría. Como ahora.

10 de julio de 2016, Buenos Aires.

Es un domingo invernal y Eva duerme. Tengo el recuerdo de ayer. Mi hija «debutando» con un karaoke a capella en el cumple de la tía Vani con uno de sus temas de cabecera: Libre Soy… Cerquita, el tío Rodo y su amigo Lucca. Fue un gesto de justicia de parte de Eva –pienso– compartir con ellos ese momento. Entre otras vivencias, Lucca le dio el primer beso y Rodo la cuida y quiere como si fuese un tío de sangre.

Eva se despierta y la casa brilla. Se prepara para ir a lo de uno de sus amigos. Quiere llevar el monopatín. Veo llamadas perdidas de su papá.

Desde el Día del Padre y, aunque estoy segura de que nunca leyó la carta que le escribí, Amadou llama día por medio y varias veces. Probablemente tenga celular nuevo. Usa más el whatsapp y puso una foto de las dos en su perfil. No es la primera vez que siento que quiere recuperar el tiempo perdido. Pero pasaron cuatro años y una eternidad desde el día del aeropuerto y ya es tarde. Eva escucha o le cuento de los llamados y le cuesta atenderlo y yo ya no necesito hablar más con él.

En estos días mi hija siguió aprendiendo que en la vida se gana y se pierde. Perdió en un juego en el que siempre gana. También lloró pero dos segundos después volvió a sonreir.

Creo que también ya sabe agradecer y contener al otro sin estruendos. Cuando hace unos días le contaba bajito a otra amiga que se habían terminado las palabras con Amadou, que el final había llegado, ella dejó por un minuto sus masas y sin mediar palabras, me abrazó.

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Como tocada por una varita mágica

Corría el séptimo mes de embarazo. Yo tenía una panza enorme y mucha angustia. Que el papá de Evangelina no llegaba y estaba claro que no iba a llegar, que todo había sido una ilusión, que Eva sí estaba llegando y la plata no alcanzaba para el parto, que me sentía sola con muchas cosas… que…

2013-02-03 18.54.44 (1)Las palabras justas llegaron en el momento justo. Fue durante una sesión de reiki. «Vos quedate tranquila. Tratá de resolver tus dolores que Eva está bien. La veo feliz en la panza, viene rodeada de duendes y de hadas», me dijeron. Lo sentí tan verdadero como las ecografías que aseguraban que mi hija venía a este mundo con la fuerza de una tromba, con una enorme vitalidad.

Desde el principio fue así. Todo lo que es y la rodea tiene como un halo especial que no puedo explicar. Quizá haya alguna razón en su origen, en el lugar de su origen, en el deseo que me llevó a buscar a su papá y a buscarla… no sé.

Cuando vuelvo a los ocho meses y medio que Eva estuvo en mi panza e incluso al tiempo anterior, recuerdo momentos que siento mágicos.

El origen

100_9081Con Amadou –el papá de Eva– nos reencontramos por tercera vez después de casi un año a fines de junio de 2012. Nos despedimos el 10 de julio entre lágrimas, besos y proyectos.

Fueron 11 días en las nubes. A mitad de la estadía, me sentía distinta. Presentía que estaba embarazada. Habíamos hablado del tema ni bien llegué a Atenas. “Quiero tener un hijo con vos”, me dijo él en inglés, el idioma con el que nos comunicamos. «Yo también», le respondí absolutamente convencida. Minutos antes habíamos intercambiado alianzas con nuestros nombres. Fue como un casamiento simbólico. Nunca había pensado en casarme.

Quizá fue la noche del reencuentro, la del 30 de junio, la de los anillos y el deseo compartido de un hijo, que el corazón de Eva empezó a latir. En un mundo sin tiempo en medio de la convulsionada Atenas.

Las primeras señales

Amadou es musulmán y días después de mi llegada se enteró que estaba en la ciudad un especie de pastor de su religión. La ceremonia era en un hotel y, curiosa como siempre, no me la quise perder. Eramos dos mujeres blancas (una griega y yo) entre miles de negras y negros.

100_1859Con la cabeza semi tapada y un vestido largo, me dejaron entrar sin problemas. El pastor o «marable», como le dicen ellos, estaba en el centro. Las mujeres fuimos las primeras en acercarnos a él. Me habían dicho que estaba prohibido tocarlo. Que era una deidad. Pero que le pidiera lo que deseaba porque se cumplía.

Durante la ceremonia había llorado mucho viendo a los bebés en brazos de sus mamás. Tenía claro que yo quería uno así. Me acerqué al «marable» y con las manos hacia arriba, como me habían enseñado, le dije que quería tener un hijo con Amadou. El estaba en primera fila, viendo todo, con los demás hombres.

Imprevistamente el hombre de la túnica me tocó los dedos. Como una bendición. No tomé consciencia de lo importante que era ese contacto hasta que me fui a mi lugar y los amigos de Amadou me dijeron que eso no pasaba nunca, que era «una elegida».

100_7285El segundo momento increíble fue también en Atenas unos días después: una prima de Amadou me lo anticipó. «Estás embarazada», aseguró un mediodía que nos quedamos solas en la cocina (la foto es de ese momento). No había podido terminar un pescado exquisito que nos había preparado. Cuando le conté, él sonrió y bromeó: ¿Tan rápido?. Los dos nos reímos.

imageEn esos días y sin haberme hecho el test, empecé a hablarle a mi hija. Sí!! , en femenino. Fuimos al Partenón un día de mucho calor y hablé con ella. Al Egeo y hablé con ella. Ya en el avión de vuelta empecé a escribir nombres posibles y apareció Evangelina, un nombre que nunca había pensado para un hijo. Las opciones eran: estoy embarazada o llego a Buenos Aires y cambio urgente de psicóloga.

El embarazo

Volví a Buenos Aires y no estaba loca. Fueron seis test de embarazo. No podía creer las dos rayitas.

El primero en enterarse fue lógicamente Amadou que no entendía bien de lo que le estaba hablando. En su cultura prefieren esperar a que todo avance. Recién hicieron una fiesta cuando Eva nació.

La segunda en saberlo fue mi abuela Carmen. Cuando cumplí 40, ella se me había acercado con sus 90 a cuestas y me había dicho: «Valita, le pedí a Dios que me deje vivir un poco más hasta saber que un hijo tuyo viene en camino”. En ese momento pensé que iba a defraudarla. Pero cuando el 18 de agosto de 2012 fui al geriátrico donde estaba internada y le di la noticia, todo tomó sentido. Se le iluminaron los ojos. Unos ojos grises y profundos. ¿Por qué no lo querés contar?, me susurró. Porque todavía no llegué a los tres meses, Abu, le respondí. Sonrió y nos abrazamos. Sentí que se estaba yendo. La foto es también de ese momento. Al otro día cayó en coma y nunca más volvió a despertar. Me esperanzo con pensar en que esperó a que Dios cumpliera su deseo y soltó esta vida.

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La tercera en enterarse fue mi hermana Soledad. Tengo por ella un amor y una confianza infinitos. Salvo mi mamá que ya lo intuía, el resto de la familia se enteró después cuando les conté lo de mi abuela.

Eva nació el 13 de marzo de 2013 horas antes de que el mundo supiera que Francisco era el nuevo Papa. Desde entonces y desde antes, todo lo que rodea a mi hija tiene algo especial. Capaz nos pasa a todas las mamás que vemos luminosos a nuestros hijos. Puede ser.

En mi caso, Eva parece entender todo desde el principio. Todo fluye, incluso desde lo material (soy su principal sostén). Es el día de hoy que si le falta algo aparece alguien con eso que le falta. Guardo como un trofeo un enterito violeta que conserva su primer olor que me regaló un compañero de trabajo que nos ayudó y ayuda con la generosidad de un amigo con lo que fue de sus hijas. También están, como siempre, amigas entrañables que también armaron bolsos enormes con ropa, libros y juguetes. Tenemos reservas hasta los 6 años. No exagero.

Por eso, cuando asoman los huecos, vuelven las palabras que me dijeron alguna vez. «Vos resolvé tus dolores que ella está bien…» Es verdad. Gracias Andrea estés donde estés. Cada vez que me detengo a mirarla descubro que Eva sigue rodeada de duendes y de hadas.

Eva acróbata

Eva y yo

Siempre fui muy independiente. Siempre quise ser mamá. Sabía que ese deseo se escondía detrás de otro también muy potente: el de ser infinitamente libre. Nunca supe cuándo ocurriría. Me confié en la sensación de que era una mujer fértil. Sabía que llegaría el momento.

100_9103Pasaron muchos novios hasta que cumplí los 40. No me quedé con ninguno. Lo intenté. Me esforcé. Pero no pude. En el momento de avanzar con las decisiones (quedarme en un lugar, proyectar, armar una familia) preferí volar. Y mientras desplegaba alas me decía a mí misma que iba a tener un hijo con el hombre que me despertara la pasión sincera y arrasadora de crear vida.

Hubo hilos de amor indefinidos en algunas de mis relaciones. Creo que me enamoré dos veces. El primer amor me hizo llorar hasta perder el eje. Me dejó el sabor dulce de la adolescencia y de las primeras veces. También la falsa ilusión de que el amor puede modelar a gusto a aquel del que nos enamoramos. El último amor fue el papá de Evangelina, mi hijita hermosa de sólo dos años y diez meses que ahora duerme en su cama después de saltar en la mía hasta la madrugada.

EVACOLEDicen que Eva tiene mi cara y sus rulos. Ya la veo igual a él. Agil, alegre, musical, firme, segura de sí misma aunque sea tan chiquita. Carismática. Todos la aman.

Conocí a Amadou en uno de mis viajes sola por el mundo después de mi última relación larga. El viaje incluía originalmente España e Italia, aunque algo me hizo cambiar a último momento y sumarle Grecia. Hoy, más de tres años después, entiendo por qué.

Me crucé con él en Atenas en marzo de 2011. Me había perdido en la ciudad y el Partenón fue mi guía para volver al camino. Y en ese camino, lo encontré a él. Yo venía por una calle y él por la misma, en dirección opuesta. Nos encontramos en la esquina. Casi nos chocamos, como en las películas. El me empezó a hablar y yo a huir. Hasta que se me puso enfrente y me cortó la respiración.
Toda mi vida había bromeado con mis amigas que me gustaban los hombres negros. Y ahí estaba él. Rastas a lo Marley, voz grave de cantante de blues, piel joven pero curtida y el mismo brillo y profundidad en la mirada que hoy tiene mi hija. Quizás fueron los dioses atenienses. Quizás el dios de todos, el destino, el azar, la vida. No sé. Cuando me despedí de él una semana después supe que iba a ser el hombre que me iba a dar un hijo. Incluso imaginamos con una amiga en La Coruña cómo sería mi bebé.

Volví a Buenos Aires con esa certeza. Congelé óvulos (¿y si por fin quería tener un hijo con alguien y mi cuerpo ya no respondía?). Desde que lo conocí quedé conectada con Amadou, como si estuviera conmigo. Volví a él, realmente, dos veces más, al mismo lugar. Evangelina fue engendrada en «la cuna de la civilización» al calor del verano, con total libertad y amor.

Y aquí está, durmiendo ahora. Me hace feliz sin rodeos. Suena a lugar común pero no podría imaginarme ni un segundo sin ella. Casi no me acuerdo cómo era todo antes de su nacimiento. Sí recuerdo que sentía muy seguido una tristeza honda cercana al vacío.

CON EL PAPA POR SKYPEEva nació el 13 de marzo de 2013, el día en el que Bergoglio se transformó en Francisco.

Amadou ya estaba lejos. Cuando supo de “el milagro” (mi embarazo) partió de Atenas a Dakar en busca de papeles y ahí se quedó. Nunca vino a la Argentina. Desde el principio, incluso desde la primera vez en Atenas, sostiene que le hicieron una especie de gualicho que lo hace sentir mal. Conoce a Eva por skype y ella ya lo reconoce. Lo ve por la computadora o escucha su voz por el celular y dice “Papá”.

El nunca la abrazó, ni le hizo upa. Tampoco se levantó a la noche para calmarle el hambre o algún llanto corto porque Eva apenas llora. No la vio comer por primera vez, decir sus primeras palabras ni vivió el desgarro emocional que sentí cuando tuve que dejarla en una guardería con apenas cuatro meses. Tampoco festejó sus primeros pasos ni sopló la vela de su primero y su segundo año. No la vio extasiada con el mar. No la vio entrar al jardín. Tampoco tararear y bailar sus primeras canciones en sus improvisados shows caseros. Estuve yo, rodeada de infinitos brazos que no fueron los suyos. No lo culpo. A veces (cada vez menos) me enojo de miles de maneras con él por dejarme sola con todo pero siempre termino valorando lo andado y dándole las gracias. Un agradecimiento que sé va a ser eterno.

A los 43 y por mi hija, me siento plena. Con una misión en la vida que solo tiene que ver con el amor. Soy una mejor persona, una mujer más fuerte. El sigue en Senegal con su familia de origen y su cultura. Desde hace más de tres años asegura que su plan es estar con nosotras. Que no ve la hora de que el destino nos vuelva a unir. Mi único plan es que Eva sea feliz.Eva13