Eva durmió todo lo que tenía que dormir después de un domingo de fiesta previo a volver a clases. Ya despierta, empezó con el ritual de los lunes pero con algunos nuevos aditivos:
– ¿Mamá?
– Sí, Eva.
– ¿Viene Lili?
– Sí, hija. Es lunes, mamá tiene que ir a trabajar y vos volvés al jardínnnnn!!!!!!!!!!! Vas a ver a todos tus compañeros!!!!!! (con entusiasmo)
– … (leve sonrisa) ahhh… tengo una buena idea…
– Sí, decime…
– Vos vas a trabajar, yo al jardín y cuando salgo del jardín me venís a buscar!!! (también con entusiasmo)
Cómo hacés para decirle que no a un hijo, que no podés, en situaciones que vos mismo te planteás que estaría bueno poder hacerlo. Entonces me vinieron a la cabeza las palabras de mi psicóloga… «Dejá de lado la ilusión… son pocas las mamás que pueden ir a buscar a sus hijos al colegio…»
En una milésima de segundo, lo pensé y resolví. Vamos con la verdad. Siempre es lo mejor.
– No puedo, hija. No puedo salir antes del trabajo. Si algún día de la semana puedo te aviso. ¿Dale? ¡Vos disfrutá! (siempre le recalco que disfrute. Es uno de los tantos mensajes que quiero darle)
– ¿Pero por qué no podés?
– Porque trabajo y si yo no trabajo, cómo hacemos para darnos gustos como ir al cine, comprar huevitos de chocolate, irnos de paseo… En unos días nos vamos de vacaciones y vamos a estar todo el tiempo juntas!!!! ¿No es buenísimooo?
– …
– (¿Entendió?)
– Bueno… entonces te voy a buscar a tu trabajo yo.