¿Parar? nunca ¿Rendirse? jamás (en casa)

Salto de la cama en la madrugada como una atleta. Me vuelvo a zambullir minutos después con otro salto rápido para no perder la cadena de sueño. Durante el día o la noche, cuando lo necesita, levanto a Eva con una fuerza que jamás tuve en los brazos. La hago volar. La subo a caballito. Toca todos los marcos de la casa. Se ríe, me rio, me canso. Sigo. Corro con ella y me escapo. Doy una vuelta en mi cama para que no me atrape. Se sigue riendo. Se divierte. Nos divertimos.

Nos subimos y bajamos de una mesa diminuta como si fuera un step para hacer shows que van desde María Elena Walsh hasta Frozen. Ahora empezó a rolar y a ver videos de nenas bailarinas y gimnastas. Hace la vuelta carnero y otras acrobacias en cualquier piso, en la cama. No tiene miedo.

Su movimiento imparable desafía mi propia capacidad de moverme. Inventa juegos, ama jugar y trepar y bailar y saltar y correr. Eva no camina, corre. Hace poco su papá me contó que corre 42 km. por semana ida y vuelta a las playas de Dakar y empecé a entender todo. En Atenas entrenaba mientras yo miraba paisajes o leía. No lo tenía en versión runner.

Lo nuestro juntas es movernos durante horas a la mañana o cuando llego de trabajar. Está claro que nunca más fui a un gimnasio. Paramos unos minutos para comer y seguimos. Se enoja cuando me distraigo con el celular.

El ritual termina a altas horas de la noche, entre las 12.30 y las 2, lavándonos las manos, los dientes, haciendo espuma, las dos semi empapadas (el video es de este invierno). Después sigue en mi cama, donde le leo –y me pide que actúe– sus libros de cabecera: «Los rulos de Luna», «Jonás y la ballena» y «Plim Plim 1,2,3 a sonar». Completa las frases como leyendo a la par y también actúa. Cuando ya no doy más y se me cierran los ojos, viene el broche final: pide su leche. Es el momento en que empiezo a cabecear rendida y ella lanza como si nada: «Levantate mamá». Le gusta que la mire con la cabeza alta. Tal vez sea su mensaje de vida hacia mí.

Eva se maquillaSer mamá de Eva en soledad me recuperó en muchos sentidos. Es como que salí de un largo letargo. Ella es pura energía. Es lo que transmite y comparte con los que la rodean y puertas adentro cuando nos quedamos solas dando vueltas por la casa.

Cuando cumplió un año, mis papás –que la aman profundamente– pidieron a Dios y a la vida que les permitieran verla correr maratones, desplegando destrezas. Mi mamá está segura que va a estar en olimpíadas futuras y quiere estar ahí en la primera fila.

Cuando estaba en la panza, mis hermanos bromeaban con que iba a llegar el día en que, en la casa de mis papás en Lomas, íbamos a ver a varias nenas correr (Pia, Emilia y Matilda, las primas de Eva) y junto a ellas una morena dando vueltas a velocidad récord, subiéndose a las sillas, saltándolas como el rango… No estuvieron tan lejos. Hoy se impresionan al verla subir escaleras como un rayo. «¿Cómo hace para subir así si en tu casa no tenés escaleras? ¿Será el jardín?», lanzó hace unos días mi hermano Gastón.

Sin título-Escaneado-95Eva es movimiento. Percibo que va tener un fuerte poder de decisión con lo que quiera hacer. La imagino atleta o artista, cantando y bailando, defendiendo los derechos de las personas. Algunos la ven modelando. Es parecida y diferente a mí.

Según recuerda mi mamá, a su edad, yo era una nena muy memoriosa (ella dice «muy inteligente») que repetía a la perfección y sin saber leer un cuento que ella me contaba todas las noches. El cuento de «Los Tres Chanchitos y el Lobo». Entonces, los que corrían en su casa a mis dos años eran mi hermano Gastón (el que se asombra con su sobrina) y mi prima y amiga Ileana (la misma que estuvo conmigo el día que nació Eva) y que yo me sorprendía viéndolos pasar. En las fotos de esa época me veo reflexiva, quieta. En casa o en la playa. Siempre estuvo cerca el mar. Me divierte decir que era una nena ociosa, no sé bien por qué.

Disfruto que mi hija no se me parezca tanto. Celebro ver en ella algo de mi alegría. Le agradezco todas las noches por haber nacido. «Gracias por existir, hijita», le susurro como una plegaria al oído. La lleno de besos. Ella duerme pero tal vez algo escuche y perciba en sus sueños.

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