¡Prestame los anteojos, mamá! ¡Hay mucho sol!
Acabábamos de bajar del colectivo. Detrás habíamos dejado las marchas, las banderas y los petardos «¿Es carnaval otra vez, mamá?» «No, hija. Son personas que están enojadas y reclaman. Si algo no te gusta, tenés que protestar».
Once era un loquero. Autos, colectivos, bocinazos… Ella y yo de la mano, agarradas fuerte. Ella, orgullosa de su trenza con la «colita de color oro» y mis anteojos. Yo, nerviosa y feliz.
Le pedí que cuidara mis lentes y me quedé con su espada de Spiderman. Avanzamos tarareando canciones conocidas e inventadas. Me pidió golosinas para compartir con sus compañeros. Me dijo que iba a disfrutar en el jardín. También, que la próxima vez quería viajar en colectivo sola. Que sabía cómo llegar. Y que yo estaba muy linda. «Quiero ser la mamá más linda para vos, hija», me emocioné. «¿Cuando salga del jardín me vas a venir a buscar?» «Claro, ahí voy a estar».
Lo demás quedó afuera de la foto. Evangelina empezó sala de 4 sin problemas y yo, mis vacaciones en Capital con y por ella. Después de dejarla en el jardín, fui a ver la película «Camino a Casa». Lloré pensando en que es verdad, lo que pasa en la niñez deja marcas para siempre. ¿Qué postales de nosotras guardará mi hija en su memoria? Ojalá guarde esta foto.