Todo parece moverse a la velocidad de un rayo en nuestro mundo. En las últimas dos semanas y cuatro días Evangelina empezó el jardín, se adaptó, se encerró en el baño como un juego, me trepé por una ventana para «rescatarla», tuvo tos y adenitis (se le inflamó un ganglio), se mejoró, vio su primera película en pantalla gigante, «compuso» su primera canción y cumplió sus esperados 3 años. Desde que nació mi hija, marzo es una especie de huracán de cambios, comienzos, emociones y cansancio. También de imágenes.
Muchas de las que guardo son del 13. La vuelvo a ver a las 0.00 como encendida escuchando la alarma del celular para avisarnos que empezaba su cumpleaños. La veo buscándome en la cocina mientras yo prendía y ella apagaba su primera vela del día y después correr juntas a la habitación. «Cerrá los ojos, hija»… (su regalo estaba escondido en mi placard) «Ahora abrilos»… Recuerdo la sorpresa en sus ojos cuando vio la cocinita que venía pidiendo. Le gusta cocinar aunque me ve muy pocas veces hacerlo. «Cocinamos» hasta la 1.30 de la madrugada.
La recuerdo esa misma madrugada cerca de las 5 dando vueltas en su cama por culpa de la maldita tos. «Tranquila hija, ya va a pasar. Mamá te cuida» (es la frase que me sale siempre cuando siento que ella se debilita). Sin tos ya, la vuelvo a ver entredormida y sonriendo…»Mamá, la cocinita…» y un ok con el pulgar hacia arriba que después transformó con otros dedos en un corazón. Siempre armamos corazones con las manos que nos arrojamos entre nosotras a través del aire.
Nos veo abrazadas yendo solas al mediodía hacia Temperley. Rodeadas de bolsos con nuestra ropa, sandwiches de miga y el cotillón de Frozen. La veo corriendo horas después por el salón donde fue el festejo mientras mi mamá, una amiga y yo limpiábamos todo y vestíamos paredes blancas con guirnaldas y globos de colores.
La vuelvo a ver ya con su cumple en marcha. Primero rodeada de sus primos, después de familiares, amigos e hijos de amigos con ella como protagonista. La veo observando todo muy pensativa con sus ojos negros y la carita pintada de plateado… ¿En qué estarás pensando hijita?…
La veo jugando con un perfume sencillo de princesas –su regalo preferido entre otros mucho más llamativos– y disfrutar entre burbujas gigantes. Me veo calmándole su llanto cuando el animador tuvo la desafortunada idea de prender fuego un libro. La sentí más aferrada a mí que nunca.
Cuando las luces se apagaron y quedamos los de siempre, volvió a ser ella en plenitud. En la casa de mis viejos, su segunda casa, nos cantó «su» tema en un escenario improvisado. Antes de irse a dormir, intentó curarle un dedo a mi papá con su perfume de princesas, a esta altura una especie de pócima. El abuelo Pichi no se sacó la curita hasta que ella «le dio el alta» el día después. Qué maravillosas caras tiene el amor.
El lunes debutó en capoeira. El martes salimos con el blog en un diario y perdimos el anonimato por un rato. El miércoles fuimos ella y yo otra vez en nuestra casa sin apuros ni otras miradas. A veces siento que es ahí, justo ahí, cuando el mundo se detiene aunque estemos en movimiento. Se detiene por un rato. Anoche volvió la tos y me levanté tres veces para hacerle vapor y abrazarla fuerte. Volví a decirle al oído mientras lloraba que se quede tranquila. Que estoy yo para cuidarla.