«Má, ¿cuántos días faltan para que sea sábado?»
Hace tres semanas que Evangelina lagrimea, llora o se levanta de malhumor cuando le digo que es lunes, que es martes… y así. Se volvió una especie de calculadorita humana que cuenta los días para que llegue el fin de semana y volvamos a estar juntas «mucho tiempo».
También me pide que la vaya a buscar al jardín, a gimnasia o a natación. Que le de «la sorpresa». Yo le explico y le vuelvo a explicar que no puedo, que soy la única que trabaja en casa, que trabajo de lo que me gusta y que la plata ayuda a que hagamos lo que nos gusta. Parece entender pero amanece y la historia se repite.
De lunes a viernes, avanza la mañana y cuando empiezo a prepararme para partir, arranca con sus ´mini dagas´.
La daga del conformismo a medias. Me propone que vuelva un poco antes. «Hacemos así. Vos vas a trabajar y yo al jardín y después a gimnasia artística por ejemplo. Vuelvo, Lili me baña y cuando salgo del baño (a las 8 de la noche en promedio cuando arranca el noticiero en el que trabajo) vos ya llegás».
La daga de la comida. «Antes de irte, no me dás de comer, Má?»
La daga del ‘recuerdo’. Me llena de dibujos y carga en mi bolso alguno de sus juguetes para que juegue con mis compañeros, dice.
La daga de la despedida. La mayoría de las veces me acompaña hasta al ascensor y me habla incluso hasta que cierro la puerta, cada vez más pesada para mí. Me hace parar y volver porque se olvidó de decirme algo. Casi siempre me grita un `Te Amo´ que va bajando con eco desde el sexto piso hasta la planta baja.
La daga del después. Cuando vuelvo, siempre me pasa alguna factura como ayer que le preguntaba si se estaba portando bien en el jardín. «Sí, claro Má… Vení a verme y vas a ver…». En algún momento, enciende su calculadora de los días. «Y ahora cuánto falta, Má…?» La calculadora se apaga cuando se duerme hasta que sale el sol.
Seguramente es una etapa de la que las mamás que trabajamos no podemos escapar. Seguramente, cuando pase el tiempo y crezca, me sugerirá seguido que me vaya.
Mientras tanto, yo también hago cálculos aunque no se lo diga. Hoy faltan tres días para que sea sábado.