Bloqueo y desbloqueo

Primero fue Badou desde Alemania. Después, Mustafá desde Senegal. Ambos amigos de Amadou, ambos con el mismo discurso: «El está muy mal porque no sabe nada de la nena ni de vos». Y yo: «Díganle que no se preocupe, que estamos bien. Tiene mi teléfono. Ya está grande para tener voceros».

Puede sonar temerario bloquear a alguien en el celular y más si se trata del papá de tu hija. También es cierto que además del gratuito whatsapp hay miles de maneras no gratuitas de comunicarse. Y Amadou no quiso verlas durante más de dos meses.

Desde el principio, mi psicóloga le puso palabras a mi bloqueo: «cortaste la historia después de un largo proceso de escuchar cosas que no querías escuchar. No cortaste la comunicación con su hija. Ya pagaste muchos costos, económicos y no económicos (los más difíciles para mí). Tal vez de eso se trate. De sus costos».

Después de «no» pensarlo mucho, decidí abrir la última chance de mantener una comunicación adulta por el bien de nuestra hija. Sin avisar nada, una noche cercana lo desbloqueé. Horas después, como si hubiera estado mucho tiempo mirando el celular, llamó cuando -me dijo después- me vio en línea.

– ¡Hola! ¿Cómo estás? ¿Cómo están? Pasó mucho tiempo…
– Claro ¡Bien!
– No me podía comunicar…
– Ahh… Ahí te paso con Eva.
– Ok!
– ¡Hola amor mío! ¿Cómo estás? ¿Todo bien? ¡Te amo mucho!
– Hola! Bien, comiendo chocolate!
– Ahh!!! Chocolate!!!
– Sí ¿Por qué no venís mañana?
– (no entendió) ¡Te amo mucho amor! Te extraño.
– Yo también te amo.
– ¡Sos mi amor, sabés!? ¡Te amo!
– ¿Otra vez? Bueno… Bye!

– Mamá!!!
– ¿Qué Eva?
– Le corté.

Amadou insistió. Evangelina ya no quiso hablar. Cuando yo también iba camino a cortarle empezó a tirar sus frases tan repetidas en estos cuatro años como ciertas: «Nuestra hija es la hija que todos quisieran tener», «Es un regalo de Dios», «Hay miles de parejas que quieren tener un hijo y no pueden…» Para cerrar, reflotamos algunas reglas: la primera, hablamos por teléfono los sábados al mediodía. La segunda, no se habla de nosotros. Aceptó.

Corté y él empezó a escribir, algo que nunca había hecho antes. Filtró por whatsapp una carta de amor que me había escrito en el ´tiempo de bloqueo´, me mandó un tema nuevo también de amor de Youssou Ndour (uno de los ídolos en Senegal) para ponerle a Eva cuando no pueda dormir… Me pidió que le mandara videos y fotos del acto de cierre en el jardín… Raro y tragicómico.

La última comunicación fue el jueves en medio del acto de Evangelina y cuando ella acababa de bailar. También por whatsapp…

– Hola, ¿Cómo están?
– Estamos así…

(Si estuvieras acá hubieras visto a nuestra hija al frente de una fila de cabezas bajitas… La hubieras escuchado preguntar cuando terminó el festival: «¿Y? ¿Cómo bailé?», canchera como siempre… Hubieras sentido la emoción y el orgullo infinito que un padre siente cuando ve crecer a un hijo íntegro y feliz…) Preferí el silencio. Fin del chat. Cierre de otra etapa en la vida de nuestra hija.

– Hola! ¿Vos sos la mamá de Eva? (se me acercó -mientras pensaba en todo esto- una abuela preciosa, tan dulce como las mías)
– ¡¡¡¡Sí, claro!!!!
– Te felicito por la hija que tenés.

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