Situación 2: Negro + alto = Papá/amigo de Papá

Aunque lo ve poco por skype, Eva ya armó en su cabecita una imagen de su papá. El otro día descubrió una foto reciente de Amadou que imprimí y guardé en el «cajón de la historia que no va recordar» y lo reconoce entre varios. Está él y dos amigos sentados en una vereda de Senegal. Son todos negros, se visten parecido, todos sonríen y hacen algo con sus manos (una especie de ok nuestro, con el pulgar para arriba, pero diferente) y te dice: «Es él». A veces te cuenta también que está en Africa.

imageEn el mundo foto/skype parece todo claro, pero en el real pasan otras cosas. Se repitió durante casi todo el año pasado y a veces hoy aunque sus palabras fueron cambiando. A sus 2 años, si Eva veía por la calle a un hombre negro, alto, flaco y con el pelo ensortijado decía que era su papá. Ahora, rozando los 3, cambió el discurso y te dice con gracia: «Mirá mamá, se parece a papá» o «Mirá mamá, es un amigo de papá».

Al principio era como una daga para mí explicarle que no, que sí, que Africa, que… Con el tiempo, empecé a tomarlo más livianamente y a anticiparme. Si a la distancia veo venir a un negro, me preparo y se repite la historia. Los receptores del «se parece a papá» o «amigo de papá» se sorprenden cuando la escuchan y después sonríen cuando les cuento que Eva es hija de un senegalés y de ahí la confusión. Lo toman casi como un elogio. Si algo tienen los negros –en especial los africanos– es que están como hermanados estén donde estén: son como uno y muchos a la vez, no lo puedo explicar.

100_7124Ya lo sentía en Atenas. Con Amadou compartíamos noches enteras con sus amigos (algunos están en la foto). Teníamos largas charlas en inglés, me contaban de sus vidas, de sus sueños, de lo que pensaban. Hablábamos de su cultura y sus costumbres, de las mías, de política, de religión y de fútbol!?, de Senegal y de Argentina, tan cerca en el mapa (están casi a la misma altura océano mediante). Si le pasaba algo a uno le pasaba a todos y lo hablaban durante horas, le buscaban la vuelta, le encontraban la solución y se asistían entre ellos con fortaleza. También festejaban en masa momentos felices. Compartían todo. Eva es fuerte como ellos. Ya incorporó el verbo compartir.

Amadou y yo en MikonosTambién recuerdo el día en el que, mientras los escuchaba hablar y reir, se esfumó el color y descubrí sus rasgos. Los vi de verdad. No eran todos iguales.

Buenos Aires está llena de «se parece a papá» o «amigos de papá» que no son papá. Cuando Amadou llama desde su limbo y le cuento sobre sus amigos locales que no conoce, se alegra de que haya tantos negros haciéndole sombra a los blancos.

En el último mes, si Eva ve por la calle, en la tele, la compu o el celular a una morena dice que es «como Eva» o «Eva grande». Es increíble que, de alguna manera, ya pueda verse también a sí misma. A mí me costó décadas reconocerme en el espejo.

Decálogo de una mamá soltera con una hija de casi 3

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De lunes a viernes me despido de Evangelina entre las 12 y las 12.15 para ir a trabajar. Me gusta dejarla sonriendo. Me alivia. Y mientras camino sola por la calle recordando su «Mamá, ¿me traés cinco huevitos de chocolate?» aparecen pensamientos que los llamo «de revisión».

Pasó el tiempo, Eva está por cumplir los 3 y poco cambió: mi cabeza todavía no se dividió en dos. Si pienso en cosas mías enseguida se asoma ella, como un todo con dos partes que son una. Es una de mis certezas como también lo es mi decálogo de pequeñas y grandes cosas que dejé de hacer, volví a hacer o empecé a hacer por mi hija. Lo fui armando en mis «caminatas de revisión». Es infinito pero aquí van algunas de sus «reglas».

* Nunca más volví a cruzar la calle corriendo si el semáforo está en verde. Sola frente al aparato de colores, la decisión dura un instante. Ya no lo desafío. Espero a que llegue el rojo y los autos paren. No podría enseñarle a mi hija a respetar las señales de tránsito y a cruzar de mi mano si, cuando no estoy con ella, le quiero ganar tres minutos al tiempo.

* No digo malas palabras delante de ella. Eva ya sabe lo que es una mala palabra y si se te escapa un bolu… un mierd.. o un carajo te lo marca. A mí, a conocidos y desconocidos. A todos. «No se dicen malas palabras», te increpa y te deja reflexionando. En su universo, sí se aceptan los caramba, tonto, malo… Sobrevive por una cuestión afectiva el «Vamos Banfield Carajo» todo junto, un guiño a su abuelo, mi papá.

* No volví a tomar más de dos copas de alcohol en cualquiera de sus formas. Desde que nació mi hija, nunca más volví a dormirme mareada ni a levantarme a las 2 de la tarde aunque nos acostemos a las 5 de la madrugada. Quiero ser siempre un resorte si me llama. Somos ella y yo y ella me necesita lúcida no rota.

* Volví a cocinar o a intentarlo. Lo mío sola eran verduras hervidas y algún enlatado. Durante el embarazo, me alimenté mejor. Ahora cocino bastante y estoy en proceso de elaboración de nuevos platos. A Eva le encanta mi comida «no chef». Está sana así que pésima no soy. Gracias a ella yo, dietética desde hace rato, redescubrí el sabor del conogol, los postres con dibujitos y el chocolate. Me imagino preparándole tortas (es mi fuerte!) para sus tardes con amigos. No falta mucho. Ya recibe invitaciones y el otro día cayó uno del jardín. A falta de tortas, buenas fueron las galletitas rellenas y «madalenas».

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* Me volví una adicta a las fotos y a las filmaciones. Todo pasa tan rápido que trato de inmortalizar los momentos que comparto y disfruto con ella. Tengo millones de imágenes desde que estaba en mi panza, guardadas en prolijas carpetas de la compu. «Eva mi vida» (embarazo), «Eva mi vida 1» (primer año) y así…. Cuando vuelvo hacia atrás, no puedo creer todo lo que vivimos juntas. También le escribo desde que era un corazón en la ecografía. Si algún día quiere leerlo, sabrá que siempre fue lo más importante para mí.

* No escucho más a Arjona. Sus discos pasaron al ostracismo. Eva fue cambiando de gustos y en los últimos tiempos descubrió el reggaeton y el rap. Le gusta cantar en inglés y también el rock nacional. Ricardo quedó relegado a los recitales que da cada dos o tres años en Buenos Aires y a los que voy con mis amigas. Prefiero preservar a Eva de mi perfil grasa.

* Salgo sola con culpa. Si me voy, disfruto y me relajo pero pienso en ella. Cuando vuelvo confirmo una y otra vez que había sido un error creer que Eva iba a sentirse mal en mi ausencia. O duerme plácida o me recibe contenta pero ya lo estaba antes jugando sin mí. «Es un problema tuyo, no de ella», insiste la psicóloga.

* Soy una calculadora humana. Nunca me importó la plata y siempre odié los cálculos permanentes entre el debe y el haber de lo material en la vida. Prefería un estilo más derrochón que austero. Ahora funciono como una calculadora con lo que tengo o no tengo en el bolsillo para que a Eva no le falte nada. Y nunca le faltó nada esencial. Si algo falta, siempre aparece una mano salvadora (son miles). Si alcanza, me relajo y si sobra, guardo un poquito por las dudas y derrochamos juntas el resto.

* No volví a llorar más con angustia. Hace unos dos años que no me acuerdo lo que es llorar desconsoladamente. Al principio lloraba por el padre perdido. Después, por el enorme cansancio frente a un mundo nuevo en el que me las tenía que arreglar casi sola. Pero un día dejé de llorar. Ahora me emociono por cada cosa que mi hija hace. Un logro suyo, un «mamá te amo mucho» en un mensaje de voz, verla tan bella y tan resuelta me hace derramar lágrimas muy seguido. Tengo una emoción permanente adentro. No sé cómo explicarlo.

* Soy una experta en vueltas carneros. También en tirarme de toboganes y treparme a peloteros cuando Eva desafía a la gravedad. Me había olvidado lo que era pintar, leer un cuento, armar castillos de arena o de legos y sacar la sortija en la calesita. Hago de Anna y Eva de Elsa cuando jugamos a Frozen y –aunque sé que no está bien– varias noches saltamos de la mano en mi cama queriendo llegar al cielo.

En definitiva, todo se hace posible por un hijo. Amo ver la cara de mi hija cuando me disfrazo de princesa.

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Mi Mamá

A mis 40 años todos los que me quieren habían perdido las esperanzas de verme mamá. Aunque no me lo decían, lo sentía: pensaban que, con mi última historia larga, se había esfumado «la» oportunidad de sumar un nuevo integrante al Clan López. Los sorprendí a todos. Menos a mí.

Mi mamá siempre me imaginó mamá y, claro, soñó con que me casara de blanco como ella. Me llevó muchas veces de adolescente a bodas en su parroquia para ver si me conmovía y se activaba el chip. Y la verdad que sí, me conmovía, pero no me veía en ese lugar. «Si me llego a casar algún día, te echan Má», le decía yo. «Ya sé, olvidate -se terminó resignando- pero no te pierdas un hijo». «Eso sí quiero. Ya llegará», le fui diciendo convencida en distintas edades.

mamaprimerosmesesLa recuerdo de a flashes durante el proceso que terminó en mi maternidad. También en los primeros momentos de la vida de mi hija, su sexta nieta y ahora, con Evangelina creciendo.

Estuvo el 19 de diciembre de 2011 cuando congelé óvulos. La dejé rezando en una habitación chiquita de una clínica de Fertilidad de Palermo. Me vio llorar de emoción y abrazar a mi ginecólogo de toda la vida cuando me confirmó que había salido todo bien, que me habían extraído nueve óvulos!!, nueve posibilidades de un hijo a futuro.

Cuando, un año después, supo que había quedado embarazada naturalmente de Amadou en Atenas, me bancó, festejó y no dejó un día de mandarme mensajes de texto desde Lomas de Zamora hacia Capital. «¿Cómo están lindas?» «¿Cómo amanecieron hoy?» «¿Cómo estuvo la ecografía?» y así (llamados incluidos) durante 38 semanas y media.

Mamá en casaLimpió mi casa mil veces mientras crecía mi panza y me ayudó a adaptar los espacios para recibir a mi pequeña. Trajo la primera y útil ropa tejida a mano, compró su primer cambiador y mandó a hacer el perchero que lleva su nombre y que está al pie de su cama.

No quiso perderse la (innecesaria!) ecografía 4D y celebró con mi hermana, mi ahijada y una amiga entrañable los movimientos de Eva en la pantalla. Obviamente se llevó orgullosa un llavero con la cara «deformada» de su nieta para que la conociera el mundo.

Estuvo el día en que le confesé a mi ginecólogo (el mismo de los óvulos, cultor de todo lo humanizado) que no estaba preparada emocionalmente para el parto natural sin un compañero cerca (siempre pensé que Amadou iba a llegar). Me escuchó decirle que esperaría a que Eva quisiera nacer para ver qué hacía pero que lo veía poco probable.

Mi mamá se subió a un remis la madrugada de las contracciones y llegó sin dormir a Montserrat a la velocidad de un rayo. El dolor te hace perder la razón: quise echar a la partera y me la agarré con mi amiga Ileana que me acompañaba esa noche (se turnaron todas mis amigas las últimas semanas). Solo quería que llegara mi mamá.

100_8626Se vistió de astronauta para estar en la cesárea y mantuvo la entereza de una leona cuando no hacía efecto la anestesia. Fue la que recibió a Eva en sus brazos y la que me la acercó para que le diera el primer beso. También la que acompañó al médico a otra habitación para que le hicieran los controles de rigor. Dice que nunca va a olvidar ese momento. Que se quedaron solas y que no puede explicar lo que sintió. Que con cuatro hijos pensó que había vivido todo pero que se equivocó.

También estuvo el día en que nos fuimos con Eva de la clínica para volver a casa y empezar una nueva vida de a dos.

Mi mamá dejó por un tiempo a mi papá (son inseparables) y a su trabajo para estar conmigo. Se levantaba en distintos horarios cuando escuchaba mi «Má»! como un berreo, pidiéndole agua o mate cocido o para que anotara el horario en que Eva había tomado la teta o dormía. Fue la que le hacía el «provechito» para evitar sus posibles ahogos (nunca lo logré) y la que me bancó siestas largas para recuperar energía.

Fue la que, con mi papá, adaptó el departamento de mi abuela Ofelia (uno de mis ángeles) por si me quería mudar.»¿Te vas a quedar sola en la Capital? ¿No querés estar cerca nuestro y de tus hermanos?», sugería con amor. No me pudo convencer. Sí estuve en la casa de mi infancia los primeros meses de Eva y fue liberador. Dormimos en la pieza que había dejado a los veintipico pero ya nada era lo mismo. Pude cerrar heridas. Siempre se escuchó música, sonrisas y palabras de aliento a nuestro alrededor.

IMG03119-20130520-1600Me acompañó a la guardería cuando empecé a trabajar y calmó mis lágrimas cuando dejaba a mi hija entre decenas de bebés desconocidos. También fue la que me esperaba a la vuelta con la comida más rica del mundo.

Es el día de hoy que, si le digo «Má, te necesito», deja todo lo que está haciendo y aparece.

Podría escribir una colección interminable sobre su presencia en «mi momento cumbre». Me ayudó a caminar de grande pero no ya como hija sino como mamá de Eva. Siempre me pensé muy distinta a ella aunque ahora que soy mamá y pude verla con nuevos ojos, tal vez me le parezca bastante.

SAM_6128Muchas amigas que tuvieron hijos «con papá cerca» me confesaron que les hubiera gustado, sobre todo en los primeros meses del bebé cuando estás mareada con todo, tener al lado a una mamá como la mía.

No tengo dudas de que la mamá que tuviste o tenés define en gran parte la mamá que sos o que querés ser.

La mía se llama Cristina pero le dicen «Titi». Vive con mi papá («Pichi», otro héroe silencioso) en el sur del conurbano. Es una militante del amor por la familia. Es el ser más tierno y generoso del planeta pero no le toques a sus hijos o a sus nietos porque es capaz de matar.

Si la ves por la calle, no te la quieras llevar a tu casa porque es Mi Mamá.

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Situación 1: Eva se levantó a las 5

¿Qué harías vos si tu hija o tu hijo te dice a las 5 de la mañana que quiere levantarse para ver cómo sale el sol? ¿Qué hacés si insiste, da vueltas en su cama, se quiere pasar a la tuya y no podés recurrir a un ´andá con papá o preguntale a papá´ para que la cosa sea compartida y tal vez puedas seguir durmiendo unas horitas más?

imageLa madrugada del video volví a rezar (si mi Dios hablara diría que está estresadísimo). Lo hago desde que Eva tenía solo meses con cada «insomnio infantil» (no son muchos, no me puedo quejar) y en momentos de incertidumbre y debilidad. También para agradecer. Desde que quedé embarazada volví a creer. «Padre nuestro que estás en los cielos…» y después un pensamiento más terrenal: «esto no me puede estar pasando… que siga durmiendo por favorrrr».

La noche te baja la guardia, te vuelve vulnerable. Esa madrugada no tuve las fuerzas ni la autoridad para retarla ni para retenerla en ninguna cama. Los rezos y los pensamientos positivos no alcanzaron. Respiré y me levanté. Me reí de la situación. Muchos cuestionan mi optimismo con todo. El optimismo me salvó de muchos pozos. Esta vez ayudó también sumado a la magia del Verano que lo colorea todo.

Nos fuimos al living frente al ventanal. Aclaraba. Vimos juntas la salida del sol. Ella fue con su almohada fetiche, viejita y con funda azul. Yo mantuve los ojos entreabiertos con la esperanza de que se produjera el milagro y se volviera a dormir. Me fui a las 9 y bailaba. Se durmió a las 10 en su cama. Es regla a toda hora. En eso no cedo.

imageCuesta ser la buena y la mala de la película en la misma casa. Cada decisión mínima o máxima te ubica frente a espejos culturales y familiares y frente a tu propio espejo. Te pueden dar muchos consejos –¿quién no consultó alguna vez las páginas que te dicen qué hacer frente a un berrinche?– pero la que está frente a una u otra situación sos vos.

«No podés dejarla que se levante a las 5. Si la dejás ahora después se te va a complicar», me pusieron contra las cuerdas hace poco cuando conté el episodio. Es cierto lo de los límites. Es cierto también que, seas mamá soltera o no, a las mujeres nos sale en general más el beso, la contención y el Sí que el gesto duro, la mirada drástica y el No. Muchas veces no tenés claros tus propios sí y no.

Este fin de semana se repitió la escena y me agarró con más energía. Siempre hay una nueva oportunidad:

-«Mamá, viste que es de noche» (ella con voz tierna)
-«Sí mi amor, hay que seguir durmiendo» (yo)
-«Vamos para allá (living) hasta que salga el sol?» (ella con la misma voz tierna)
-«No hija, hay que seguir durmiendo» (yo)
-«Dale mamá!» (ella, no tan tierna, llanto incluído)
– No (me hice la dormida, ella lloró un poco más)

Siempre duelen las lágrimas de un hijo. Finalmente Eva se resignó, se durmió, nos dormimos.

Hay blancos, grises y negros en las decisiones cotidianas. Sigo con dudas pero tengo certezas: si pudiera contar los besos que le di a mi hija desde que nació me quedaría sin días. Le puede faltar un papá cerca, tengo que pulir mi autoridad! pero no le falta mi amor. Compartí y comparto con ella más besos que palabras. Además, claro, como ¿estúpida? optimista creo que siempre vuelve a salir el sol.

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Llamadas desde el más allá

Suena el tedioso teléfono del whatsapp. Cuando las señales se cruzan (a veces no es tan fácil desde Africa), escucho la voz de Amadou que llega desgastada desde Senegal. No pasan quince días y aparece queriendo hablar con su hija en inglés o en un primitivo español.

Pregunta cómo estamos. De este lado, generalmente estoy a mil armando nuestra rutina, jugando o siguiendo a Evangelina por toda la casa. Sigue trepándose e investigando todo lo que encuentra en su camino. Estamos siempre en movimiento. Ella y yo.

Cuando ellos entran en contacto, ella lo saluda, se rie y le lanza un «Hola Papá» o un «Hello». A veces está en su mundo y no quiere hablar. El lo único que le dice en ambos idiomas es que la ama, que la extraña, que es su amor. Es imposible para mí procesar y unir la distancia, la ausencia y el amor todo junto a la vez.

Si el sonido es el del skype –avisa una hora antes para que me conecte–, ya sé que voy a quedar agotada. Me genera un gasto de energía sobrehumana verlo y sostener tiempos y diálogos como mediadora entre los dos.

imageDesde el principio me pregunté y pregunto qué debería hacer. Si le hace bien a Eva este contacto. Si sería preferible no atenderlo más, borrarlo de nuestro mapa. Siempre llego a la misma conclusión: la verdad es el mejor camino en todos los casos. No podría contarle a mi hija una historia que no sea la verdadera. «Si lo que le transmite es amor, no se lo impidas», me aconseja la psicóloga.

Conozco historias de padres que se borraron sin culpa, que borraron a sus hijos de sus mapas. De otros que están separados y que le hacen la vida imposible a sus ex parejas. De otros que son figuritas decorativas y que entorpecen todo. De otros que cubren a las madres porque ellas se borraron real o simbólicamente. Conozco historias de hombres que se transforman en papás del corazón por amor a una mujer y de otros que sueñan con serlo y por distintas razones no pudieron. También de papás que disfrutan de cada minuto de sus hijos, que están a la par. El amor o el desamor siempre dejan huella.

Amadou es un personaje sin categoría para mí (los que nos rodean en general lo detestan). Por ahora no puedo bloquear sus «te amo» hacia Eva. El habla poco y sonríe con una mezcla de orgullo, asombro y tristeza por lo que escucha y ve. Se pone serio cuando le digo que tenemos que seguir con nuestras cosas: cenar, descansar, vivir nuestra vida. Siempre llama de noche. El tiene todo el tiempo del mundo. Yo no.

SAM_4212Ahora se le sumaron el abuelo Mamadou desde Austria y el tío Metzo desde Italia (una especie de Balotelli afro). Hace unos días recibí una llamada de Mamadou y pensé que le había pasado algo al papá de Evangelina. Siempre pienso que le puede pasar algo. Pero no, era el abuelo africano queriendo confirmar si seguía con el mismo teléfono y preguntándome por su nieta. Le llegaron fotos y asegura que es una mini Amadou en potencia. Cuenta que él, de chico, no paraba de moverse, que lo amaban en el barrio, que se quedaba a dormir todos los días en una casa distinta.

Metzo, el tío arquero en Roma, se conmueve porque asegura que ve reflejada en ella a su mamá, Sokhna, la abuela africana que conoció a Eva también por fotos antes de morir.

El abuelo Mamadou me contó que está viajando a Francia y que posiblemente venga este año a la Argentina. Metzo ruega que le avise si volvemos a Europa porque no quiere perdérsela. Y Amadou alimenta este extraño e insuficiente amor a distancia.

Aunque a veces duela y empaste nuestro andar, las tomo como voces que llegan desde el más allá para reconstruir parte del 50 por ciento de lo que es Eva. También siento que ayudan a armar su propia historia. Estoy en paz. Tengo respuestas a todas sus posibles preguntas.

La Liga de «Las Niñeras»

«Señora Valeria, le quería comentar algo importante», me susurró por octubre del año pasado Rocío, la chica de Perú que encabeza esta entrada. Venía cuidando a Evangelina desde septiembre de 2014. Con una anticipación que le agradecí, me dijo que estaba decidida a viajar a Lima este enero, que iba a traer a la Argentina a su hija de 10 años que había dejado de chiquita con un tío para venir a Buenos Aires a hacer algo de plata. Que la nena la extrañaba y quería estar con ella ahora.

La entendí y le pedí (¡¡¿le rogué?!!) que buscara a alguien de su entorno para ocupar su lugar. Que necesitaba una persona de confianza. Ya la habían reemplazado su hermana Sharon y su mamá Gladys cuando ella faltó en contadísimas ocasiones: fiebre de su hijita argentina, casa del conurbano inundada, visitas a médicos y trámites importantes. Entre unas y otras se cubrieron y tuvieron una asistencia casi perfecta. Algo fundamental para que todo fluya adentro y afuera de mi casa.

GladysCuando llegó Rocío se fue Inés que, a su vez, llegó cuando se fue Gladys (otra Gladys), la primera mujer que cuidó a Eva cuando tenía apenas ocho meses. Es la señora que sonríe en la foto. Corría noviembre de 2013 cuando desembarcó en casa. Fue una gran consejera. Yo había empezado a trabajar a tiempo completo y la guardería se había vuelto una complicación por los horarios. Las guarderías están abiertas sí y solo sí hasta las 19, un grave error en estos tiempos.

evaymaraEn esa época y hasta que un problema en la columna complicó a Gladys I (digámosle así para identificarla) era Mara –hija de una amiga, la chica de la derecha– la que pasaba a buscar a Eva a las siete en punto por la guardería hasta que caía yo. Se hicieron íntimas. Nos hicimos íntimas. Me vio llorar, reir y armarme. Le dio a Eva su primera gelatina, la nebulizó frente a sus primeros resfríos y le cambió los pañales y bañó mil veces, todo con una pericia como si lo hubiera hecho toda su vida.

evayaixaTambién y muchas!!! veces me salvaron mis amigas Anahí y Paola, Mailén (la hermana de Mara) y mis vecinas Claudia, Patricia y Aixa (a la izquierda!). Responden ante una emergencia. Levanto el teléfono y se activa «La Liga». No fallan. Algunos fines de semana pasaron por casa Olga y Noemí. La red se fue haciendo infinita a medida que Eva fue creciendo. Todas, en mayor o menor medida, crearon con ella un vínculo para siempre. Ah!!! Y también hay un niñero (sí!!!) todoterreno: el tío Petete. Como dice mi amiga Vani, sin él muchas salidas habrían sido imposibles!!!!

Volviendo al presente, Rocío se fue a fines de diciembre pero dejó lo suyo. Acompañó a Evangelina en su primer año de jardín, la metió en el mundo de los videos de acrobacias rusas y realities de canto para chicos y aprendió con ella las primeras palabras en inglés. Creo que Eva va a decir por un largo tiempo «zancudo» en vez de mosquito. Rocío conoció sus ritmos y sus humores. La vio crecer y la quiere como si fuera de ella. Ya me manda fotos de zapatos limeños como potenciales regalos para su «niña».

En su lugar quedó ahora su hermana Sharon. Va a cuidar a Eva hasta fines de enero. A Sharon (abajo a la izquierda!) le gusta bailar y maquillarse y Eva la acompaña feliz. Le hace los mejores peinados del mundo en modo mota y la lookea como a una estrella.

evaysharonMe sorprenden todos los días. Descubrí hace poco que fue ella la que le enseñó La Bamba. En febrero Sharon tiene que empezar a estudiar así que vendrá Liliana (una conocida de una amiga de mi hermana) con su estilo. Y en marzo, cuando Eva arranque la sala de 3, estará (esperooooo!!!!) Gladys II, la mamá de Sharon y Rocío que viajó de acompañante a Perú.

Supongo que a todas las mamás que trabajamos nos pasa lo mismo y a las que arrancamos solas quizás más. Es díficil dejar a tu hijo con otra persona que no seas vos (o tu mamá o tu hermana, en mi caso). Nada alcanza. Siempre hay dudas de lo que puede pasar o no, hasta que en un momento confiás.

Gladys I, Inés, Anahí, Paola, Mara, Mailén, Rocío, Sharon, Gladys II, Liliana, Olga, Noemí, Claudia, Patricia y Aixa. Llegan a 15. Con Petete como DT, podrían formar «la Liga de Las Niñeras», aunque niñera me parece un término odioso que tiene poco que ver con lo que pasa en la realidad. Ellas ayudaron a que la rueda se mueva liviana y fueron y son como mis brazos cuando no estoy. Lo hicieron muchas veces mejor que yo.

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El show de Eva

El «Señoras y señores, con ustedes la estrella del momento: Evangelina López!!!!» se repite casi todas las noches. Eva siempre aparece sonriente y exultante sobre un escenario imaginario que montamos sobre el piso de madera. Cambia de vestuario según el show. Claro que la aplaudo como parte del también imaginario público próximo a escucharla.

IMG_3611Durante mucho tiempo eligió tararear y bailar con desparpajo la canción «Happy» de Pharrell Williams que acompañamos con el video que ella misma busca en youtube (la versión que incluye a los Minions). Me suma y suma a quien venga a casa a bailar. Y no hay opción. Hay que moverse o moverse.

IMG_5708También pueden ser las canciones de Topa, «Libre Soy» en español, inglés e indio (sí!!!!!!!), «I ´m yours» de Jason Mraz (la escuchó mucho en mi panza) o, más recientemente, «Roar» de Kate Perry, «Waka waka» de Shakira, «De solo vivir» de Abel Pintos, «Hermanos» de Fito Páez y los temas pegadizos de los uruguayos de Marama y Rombai. También hay de los clásicos en su repertorio con «Hola Don Pepito» a la cabeza que le enseñó su padrino en una versión adaptada. «¿Vio una curlera (así le dice a Eva)? A una curlera yo la vi…» Y así. Bien variado.

Eva ama «el momento del show». A veces toca su guitarra de cuerdas cubana o una flauta que en una mudanza estuve a punto de tirar. En la última Navidad se agregaron a la banda una batería rosa y otra guitarra pero eléctrica. Además, inventa instrumentos con ollas, platos, vasos y hasta azucareras. Baila sobre la cama, el piso, la mesa step o sobre dos puffs de colores. Lleva su movimiento musical adonde va y ya tiene amigos como Lucca que le hacen el aguante.

Tiene un definido estilo africano. Es cierto que a mí me encanta bailar pero en ella hay otra cosa. Es rítmica y elástica. Yo cantaba temas de Nino Bravo en los escenarios familiares y me prendía a todos los actos escolares con algún personaje. Me definen «graciosa» pero nunca nadie me describió moviéndome como una gacela por ningún lado y menos tocando instrumentos. Ella lleva el ritmo en la sangre.

Recital de víctorSu primer concierto fue el de Víctor Heredia un día frío de hace unos dos años. Se quedó extrañamente quieta durante dos horas y media, como anestesiada. Estuvimos ahí, en el primer piso del ND Ateneo para que los acordes llegaran suaves a sus oídos.
Fue un momento mágico por lo que compartimos y por lo que sentí. Volví en imágenes a sus primeros meses de vida, cuando yo entendía poco y nada sobre qué hacer y me angustiaba en la casa de mis viejos. En ese tiempo la voz de Víctor con su «Puertas abiertas» me esperanzaba recordándome lo que hoy veo con claridad: que estaba abriendo por fin «mi puerta» y que todo iba a ir bien. El día del show me fui reparada. Fue otro de los momentos reparadores y reveladores que, casi sin buscarlos, fueron surgiendo a medida que Eva fue creciendo. Ese día, cuando terminó todo, Víctor nos saludó amorosamente como cuando yo era chica en Mar del Plata después de mi primer show.

En Viaje

306948_14102015 (1)El Viaje juntas empezó formalmente el 13 de marzo de 2013 a las 3.40 pero los preparativos llevaban más de los nueve meses que marca el calendario maternal. Tal vez años.

Para principios de marzo ya había armado y desarmado mil veces mi valija roja con ruedas con todo lo necesario para recibir a mi cachorra. Fui sacando y metiendo cosas con el paso del tiempo al compás de cada contracción.

100_8579Las amigas que estuvieron conmigo siempre y más en ese «momento cumbre» me recuerdan guardando todo para ella y también cosas insólitas para mí: libros, un grabador y cds –para ponerle música durante el parto y la internación–, mis cremas de siempre… Lloramos de la risa cada vez que lo recordamos. Yo sentía que encontrarme con Eva iba a ser el viaje más importante de mi vida y quería recibirla con lo que soy. Hasta me maquillé para el parto.

Siempre me gustó viajar. Siempre me sentí libre investigando nuevos horizontes. Cercanos o lejanos. Hace poco pensaba que en los últimos momentos de la vida, cuando uno seguramente se dirime con su propia cabeza, deben aparecer imágenes. Yo ya tengo guardadas varias increíbles, paradisíacas con ella.

Eva nació cuando asomaba el Otoño y fue creciendo al calor de la Primavera. En ese tiempo me prometí llevarla a los lugares en los que sentí libertad y felicidad y que, cuando me fui, se quedaron con algo mío. Es uno de los legados que le quiero regalar a su vida.

Tenía ocho meses cuando hicimos el primer viaje. Elegí Brasil y vinieron mis papás. Es una de las tantas bendiciones que Eva le trajo a mi historia. Le dio un sentido y me hizo reconciliar con mis viejos, ahora menos papás y más abuelos. Rio es una de mis ciudades de Sol. Nos movimos como peces en el agua aunque ella era muy chiquita.

SAM_2775No molestó el calor, ni la lluvia, ni nada. Mi mamá tocó el cielo con las manos con el Cristo, mi papá perdió el vértigo a metros y metros de altura. Yo me cargué del espíritu carioca que es tan parecido al mío. Nos reímos mucho. Eva acompañó sin problemas, disfrutando y adaptándose a todo. Estuvo en la playa, se metió al agua de la pileta con sus abuelos, saboreó como nosotros otras comidas y bailó en las chiringuitos de la Costanera. Se subió a combis, colectivos, subtes. Fue su primera «salida internacional».

100_9204Unos meses más tarde, fuimos a mi segunda casa: Mar del Plata. Ahí arrojamos junto a mi hermano Ezequiel, uno de sus padrinos, el cordón umbilical al mar. Un símbolo de desapego que también quiero dejarle como legado. Su vuelo alto sin mí será mi vuelo algún día. En Mardel Eva tenía apenas 9 meses y unos días.

SAM_4259Era noviembre de 2014 cuando nos subimos a otro avión rumbo a Cuba, otro de mis destinos preferidos. Eva tenía un año y ocho meses y se repitió la historia. Ella, más grande, hizo amigos de su edad y adultos que la buscaban en los hoteles que estuvimos para saludarla. La música cubana la subió a escenarios. Siguió disfrutando de todo. Verla cerca de parte de lo que son sus raíces es otro de mis deseos y orgullos.

IMG_0327Y finalmente este año cruzamos el Océano. Eva conoció al Papa en Roma, corrió sin descanso por El Retiro de Madrid, se llenó de arena y mar en las playas de La Coruña –la tierra de mi abuela Carmen– y se metió en todos los negocios de diseño de Barcelona. Volvió a adaptarse a todo. Otra vez con sus abuelos y yo, cerrando círculos y escribiendo nuevas páginas.

Confieso que desde que nació tengo una mágica cábala infantil. Todos los fines de año, cuando explotan los petardos y vuelan los globos de luz, salgo con ella y nuestra valija roja a dar una vuelta manzana por Temperley, mi origen. El primer año se sumó mi mamá y con el tiempo se fueron sumando amigos que sueñan como yo. Mi papá y mis hermanos son más reticentes. Se ríen de mi ridiculez. En sólo horas volveremos a hacerlo. Quedan muchos destinos felices y libres por descubrir y redescubrir con ella sin plazos ni tiempo. Ojalá llegue el día en que caminemos juntas por las calles de Atenas.

¿Parar? nunca ¿Rendirse? jamás (en casa)

Salto de la cama en la madrugada como una atleta. Me vuelvo a zambullir minutos después con otro salto rápido para no perder la cadena de sueño. Durante el día o la noche, cuando lo necesita, levanto a Eva con una fuerza que jamás tuve en los brazos. La hago volar. La subo a caballito. Toca todos los marcos de la casa. Se ríe, me rio, me canso. Sigo. Corro con ella y me escapo. Doy una vuelta en mi cama para que no me atrape. Se sigue riendo. Se divierte. Nos divertimos.

Nos subimos y bajamos de una mesa diminuta como si fuera un step para hacer shows que van desde María Elena Walsh hasta Frozen. Ahora empezó a rolar y a ver videos de nenas bailarinas y gimnastas. Hace la vuelta carnero y otras acrobacias en cualquier piso, en la cama. No tiene miedo.

Su movimiento imparable desafía mi propia capacidad de moverme. Inventa juegos, ama jugar y trepar y bailar y saltar y correr. Eva no camina, corre. Hace poco su papá me contó que corre 42 km. por semana ida y vuelta a las playas de Dakar y empecé a entender todo. En Atenas entrenaba mientras yo miraba paisajes o leía. No lo tenía en versión runner.

Lo nuestro juntas es movernos durante horas a la mañana o cuando llego de trabajar. Está claro que nunca más fui a un gimnasio. Paramos unos minutos para comer y seguimos. Se enoja cuando me distraigo con el celular.

El ritual termina a altas horas de la noche, entre las 12.30 y las 2, lavándonos las manos, los dientes, haciendo espuma, las dos semi empapadas (el video es de este invierno). Después sigue en mi cama, donde le leo –y me pide que actúe– sus libros de cabecera: «Los rulos de Luna», «Jonás y la ballena» y «Plim Plim 1,2,3 a sonar». Completa las frases como leyendo a la par y también actúa. Cuando ya no doy más y se me cierran los ojos, viene el broche final: pide su leche. Es el momento en que empiezo a cabecear rendida y ella lanza como si nada: «Levantate mamá». Le gusta que la mire con la cabeza alta. Tal vez sea su mensaje de vida hacia mí.

Eva se maquillaSer mamá de Eva en soledad me recuperó en muchos sentidos. Es como que salí de un largo letargo. Ella es pura energía. Es lo que transmite y comparte con los que la rodean y puertas adentro cuando nos quedamos solas dando vueltas por la casa.

Cuando cumplió un año, mis papás –que la aman profundamente– pidieron a Dios y a la vida que les permitieran verla correr maratones, desplegando destrezas. Mi mamá está segura que va a estar en olimpíadas futuras y quiere estar ahí en la primera fila.

Cuando estaba en la panza, mis hermanos bromeaban con que iba a llegar el día en que, en la casa de mis papás en Lomas, íbamos a ver a varias nenas correr (Pia, Emilia y Matilda, las primas de Eva) y junto a ellas una morena dando vueltas a velocidad récord, subiéndose a las sillas, saltándolas como el rango… No estuvieron tan lejos. Hoy se impresionan al verla subir escaleras como un rayo. «¿Cómo hace para subir así si en tu casa no tenés escaleras? ¿Será el jardín?», lanzó hace unos días mi hermano Gastón.

Sin título-Escaneado-95Eva es movimiento. Percibo que va tener un fuerte poder de decisión con lo que quiera hacer. La imagino atleta o artista, cantando y bailando, defendiendo los derechos de las personas. Algunos la ven modelando. Es parecida y diferente a mí.

Según recuerda mi mamá, a su edad, yo era una nena muy memoriosa (ella dice «muy inteligente») que repetía a la perfección y sin saber leer un cuento que ella me contaba todas las noches. El cuento de «Los Tres Chanchitos y el Lobo». Entonces, los que corrían en su casa a mis dos años eran mi hermano Gastón (el que se asombra con su sobrina) y mi prima y amiga Ileana (la misma que estuvo conmigo el día que nació Eva) y que yo me sorprendía viéndolos pasar. En las fotos de esa época me veo reflexiva, quieta. En casa o en la playa. Siempre estuvo cerca el mar. Me divierte decir que era una nena ociosa, no sé bien por qué.

Disfruto que mi hija no se me parezca tanto. Celebro ver en ella algo de mi alegría. Le agradezco todas las noches por haber nacido. «Gracias por existir, hijita», le susurro como una plegaria al oído. La lleno de besos. Ella duerme pero tal vez algo escuche y perciba en sus sueños.

Eva y yo

Siempre fui muy independiente. Siempre quise ser mamá. Sabía que ese deseo se escondía detrás de otro también muy potente: el de ser infinitamente libre. Nunca supe cuándo ocurriría. Me confié en la sensación de que era una mujer fértil. Sabía que llegaría el momento.

100_9103Pasaron muchos novios hasta que cumplí los 40. No me quedé con ninguno. Lo intenté. Me esforcé. Pero no pude. En el momento de avanzar con las decisiones (quedarme en un lugar, proyectar, armar una familia) preferí volar. Y mientras desplegaba alas me decía a mí misma que iba a tener un hijo con el hombre que me despertara la pasión sincera y arrasadora de crear vida.

Hubo hilos de amor indefinidos en algunas de mis relaciones. Creo que me enamoré dos veces. El primer amor me hizo llorar hasta perder el eje. Me dejó el sabor dulce de la adolescencia y de las primeras veces. También la falsa ilusión de que el amor puede modelar a gusto a aquel del que nos enamoramos. El último amor fue el papá de Evangelina, mi hijita hermosa de sólo dos años y diez meses que ahora duerme en su cama después de saltar en la mía hasta la madrugada.

EVACOLEDicen que Eva tiene mi cara y sus rulos. Ya la veo igual a él. Agil, alegre, musical, firme, segura de sí misma aunque sea tan chiquita. Carismática. Todos la aman.

Conocí a Amadou en uno de mis viajes sola por el mundo después de mi última relación larga. El viaje incluía originalmente España e Italia, aunque algo me hizo cambiar a último momento y sumarle Grecia. Hoy, más de tres años después, entiendo por qué.

Me crucé con él en Atenas en marzo de 2011. Me había perdido en la ciudad y el Partenón fue mi guía para volver al camino. Y en ese camino, lo encontré a él. Yo venía por una calle y él por la misma, en dirección opuesta. Nos encontramos en la esquina. Casi nos chocamos, como en las películas. El me empezó a hablar y yo a huir. Hasta que se me puso enfrente y me cortó la respiración.
Toda mi vida había bromeado con mis amigas que me gustaban los hombres negros. Y ahí estaba él. Rastas a lo Marley, voz grave de cantante de blues, piel joven pero curtida y el mismo brillo y profundidad en la mirada que hoy tiene mi hija. Quizás fueron los dioses atenienses. Quizás el dios de todos, el destino, el azar, la vida. No sé. Cuando me despedí de él una semana después supe que iba a ser el hombre que me iba a dar un hijo. Incluso imaginamos con una amiga en La Coruña cómo sería mi bebé.

Volví a Buenos Aires con esa certeza. Congelé óvulos (¿y si por fin quería tener un hijo con alguien y mi cuerpo ya no respondía?). Desde que lo conocí quedé conectada con Amadou, como si estuviera conmigo. Volví a él, realmente, dos veces más, al mismo lugar. Evangelina fue engendrada en «la cuna de la civilización» al calor del verano, con total libertad y amor.

Y aquí está, durmiendo ahora. Me hace feliz sin rodeos. Suena a lugar común pero no podría imaginarme ni un segundo sin ella. Casi no me acuerdo cómo era todo antes de su nacimiento. Sí recuerdo que sentía muy seguido una tristeza honda cercana al vacío.

CON EL PAPA POR SKYPEEva nació el 13 de marzo de 2013, el día en el que Bergoglio se transformó en Francisco.

Amadou ya estaba lejos. Cuando supo de “el milagro” (mi embarazo) partió de Atenas a Dakar en busca de papeles y ahí se quedó. Nunca vino a la Argentina. Desde el principio, incluso desde la primera vez en Atenas, sostiene que le hicieron una especie de gualicho que lo hace sentir mal. Conoce a Eva por skype y ella ya lo reconoce. Lo ve por la computadora o escucha su voz por el celular y dice “Papá”.

El nunca la abrazó, ni le hizo upa. Tampoco se levantó a la noche para calmarle el hambre o algún llanto corto porque Eva apenas llora. No la vio comer por primera vez, decir sus primeras palabras ni vivió el desgarro emocional que sentí cuando tuve que dejarla en una guardería con apenas cuatro meses. Tampoco festejó sus primeros pasos ni sopló la vela de su primero y su segundo año. No la vio extasiada con el mar. No la vio entrar al jardín. Tampoco tararear y bailar sus primeras canciones en sus improvisados shows caseros. Estuve yo, rodeada de infinitos brazos que no fueron los suyos. No lo culpo. A veces (cada vez menos) me enojo de miles de maneras con él por dejarme sola con todo pero siempre termino valorando lo andado y dándole las gracias. Un agradecimiento que sé va a ser eterno.

A los 43 y por mi hija, me siento plena. Con una misión en la vida que solo tiene que ver con el amor. Soy una mejor persona, una mujer más fuerte. El sigue en Senegal con su familia de origen y su cultura. Desde hace más de tres años asegura que su plan es estar con nosotras. Que no ve la hora de que el destino nos vuelva a unir. Mi único plan es que Eva sea feliz.Eva13